Antecedentes
Durante los dos últimos siglos, Cartagena ha sido conocida principalmente por la presencia de la Armada en la ciudad y su fisionomía urbana ha estado fuertemente marcada por la existencia de abundante e imponente arquitectura militar. El Arsenal, el Centro de Instrucción de Marinería, Capitanía General, la Escuela de Guardiamarinas, la Muralla de Carlos III, el Hospital Naval o el Parque de Artillería son algunos de los ejemplos de esa arquitectura y principales responsables de ese aspecto sobrio y castrense que Cartagena ha tenido, y en parte aún retiene hoy en día, en muchas de sus calles y demás espacios urbanos.

La presencia de la Armada en la ciudad no solamente se ha dejado sentir en aquellos edificios propiedad de la misma, sino que ha influido notablemente en otros importantes aspectos relacionados con el urbanismo de Cartagena, tales como el planeamiento del Ensanche realizado a principios del siglo XX por ingenieros militares de la Armada o las aportaciones de estos mismos en la construcción de uno de los principales edificios religiosos del municipio, la Iglesia de Santa María de Gracia o Santa María La Nueva, como también se le conoce popularmente.
A ese fuerte y marcado carácter militar, Cartagena comienza a unir a finales del siglo XIX una importante faceta industrial. Primero con la reactivación de la actividad minera en la sierra este de la localidad y en la del municipio vecino de La Unión y después, desde la década de los 40 del siglo pasado, con el establecimiento de una importante refinería de petróleo junto a la bahía de Escombreras, principal precursor del super- puerto industrial de Escombreras (hoy en día el puerto industrial con mayor tráfico de España) y de la actividad industrial en general.

Estas dos actividades, aunque fuentes importantes en la generación de empleo y principales sustentos de la economía de la ciudad, marcaron definitivamente su particular aspecto y la consiguiente percepción de la misma como una ciudad fea, gris y contaminada, llena de reclutas y marinos y con poco o nada que ofrecer al visitante. Yo mismo pude comprobar lo cierto de esa afirmación entre los años 2004 y 2006 en los que estuve residiendo en diferentes ciudades del norte de España, como La Coruña, Bilbao, Pamplona, León y Getxo, en Vizcaya, así como de paso por otras muchas más.

Durante esos dos años de intensa actividad por todo el norte de España, tuve la oportunidad de conocer a decenas y decenas de personas que habían estado en Cartagena. La inmensa mayoría de ellas eran hombres que habían realizado el servicio militar obligatorio o familiares de estos que habían visitado la ciudad durante o con posterioridad a su servicio. Y para un joven cartagenero como yo, amante de su ciudad y que además ya había podido apreciar los importantes cambios llevados a cabo en la misma antes de junio del 2004, me llamaba poderosamente la atención el consenso generalizado en los comentarios negativos sobre Cartagena en boca de personas que no se conocían de nada y tan diferentes en cuanto a procedencia, nivel académico, campo
profesional, etc.
Más tarde, entre los años 2011 y 2015, tuve la oportunidad de trabajar en los diferentes recursos turísticos y puntos de información gestionados por Cartagena Puerto de Culturas y entonces pude comprobar cómo la imagen de Cartagena impresionaba positivamente a la inmensa mayoría de sus visitantes, que se marchaban de vuelta a sus lugares de residencia impresionados por la belleza y limpieza de la ciudad, su apasionante historia y la riqueza de su patrimonio arqueológico y arquitectónico.
El cómo Cartagena ha logrado pasar en cuestión de décadas de esa percepción generalizada como una ciudad fea, gris y contaminada, llena de marinos y reclutas y sin nada o casi nada que ofrecer al visitante, a la percepción radicalmente opuesta de una ciudad bonita, luminosa y limpia, llena de turistas y con tantas cosas que visitar y disfrutar, es precisamente el objeto de análisis de estas primeras entradas de nuestro blog.
En palabras de la ex- alcaldesa de la ciudad entre los años 1995 y 2015, Pilar Barreiro Álvarez: “Con una historia de 3.000 años, Cartagena disponía de un patrimonio en bruto que necesitaba para su rehabilitación la fusión de criterios arquitectónicos, arqueológicos, museísticos y turísticos. El resultado ha sido la creación de una amplia red de museos, centros de interpretación y recursos turísticos cuya visita es un paseo por sus diferentes etapas históricas”.
Cartagena Puerto de Culturas, convirtiendo el pasado en futuro, 2012, página 9.
Para la explicación de ese notable proceso de transformación, he decidido dividir el análisis en cuatro apartados principales, correspondiendo cada uno de esos apartados a los organismos públicos responsables de los cambios que más han repercutido en dicha transformación, a saber: el Ayuntamiento de Cartagena, la Autoridad Portuaria, Cartagena Puerto de Culturas y la Fundación del Teatro Romano.
Este relato analítico de la transformación de Cartagena de lo que era en los años ochenta a lo que es hoy en día, no pretende ser un relato subjetivo y emocional, sino todo lo contrario, pretende ser un relato que, aunque inspirado y guiado por la experiencia subjetiva de su autor, ha buscado en todo momento ser un fiel reflejo de la realidad objetiva de lo acontecido en el pasado y de lo que ha ocurrido hasta el día de hoy.